Que tus días estén llenos de maravillas.
Que tus noches estén llenas de estrellas
Que bailes en cada fiesta
Y que aprendas a amar las cicatrices.
He visto la vida a través de ventanas de colores.
He visto la vida a través de los barrotes de la prisión.
Me he deslizado por arcoíris de madera.
Y he aprendido a amar las cicatrices.
A veces ese tren de medianoche
No llegues hasta después del amanecer
Y cuando suene ese silbato
Tarareas esa dulce y triste canción
Ahí es cuando la tristeza se infiltra en tus huesos.
Y sabes que no tienes miedo
Y que cualquier camino te llevará a casa.
Porque cada día es un nuevo comienzo.
Cuando abres tu corazón
Te reirás como un bebé
Y aprenderás a amar las cicatrices.

Morris: Nuestras cicatrices cuentan nuestras historias en Church Health Memphis

Mi buen amigo John Kilzer escribió la canción “Scars”, cuyas palabras están justo arriba, justo antes de morir.
El punto de John era que, para todos nosotros, la vida es una mezcla de alegría, triunfo y cicatrices inevitables. A medida que envejecemos, solo podremos aceptar nuestros últimos días si aprendemos a amar las cicatrices.

Envejecer es un viaje extraño e inevitable. Se nos acerca sigilosamente en el espejo, en las crujidas de nuestras articulaciones, en la forma en que los años se acumulan tras nosotros como huellas en la arena, algunas profundas, otras borradas.

Todos llevamos miedo: miedo a lo que nos depare el tiempo, miedo al arrepentimiento, miedo a volvernos irreconocibles. Y, sin embargo, si observamos con atención, hay una belleza serena en lo que queda.

Las cicatrices —físicas, emocionales e invisibles— cuentan nuestras historias. Cada arruga, cada pérdida, cada lección aprendida con tanto esfuerzo marcan dónde hemos estado y a qué hemos sobrevivido.

Pasamos gran parte de nuestras vidas intentando ocultarlos, retrocediendo el reloj, pretendiendo que el paso del tiempo no nos ha tocado.

Pero ¿qué pasaría si, en cambio, aprendiéramos a amar la evidencia de nuestra propia resiliencia? ¿Qué pasaría si viéramos el envejecimiento no como una erosión lenta, sino como una revelación que nos acerca a quienes realmente somos?

Con la edad llega una claridad que la juventud jamás podría alcanzar. El esfuerzo incesante, el ansia de aprobación, la necesidad de perseguir lo que creemos que deberíamos desear, todo se desvanece en algo más simple, más verdadero.

Empezamos a saber lo que realmente importa: el amor, la bondad, Dios, la capacidad de sentarnos en quietud sin la necesidad de estar en otro lugar.

Los momentos que una vez pasamos rápidamente se convierten en los momentos que ahora saboreamos: la calidez de la voz de un amigo, el sol derramándose sobre la mesa de la cocina, la tranquilidad de saber que somos suficientes tal como somos.

También existe, si lo permitimos, una conexión cada vez más profunda con lo invisible. De jóvenes, vivimos mucho en la superficie, centrados en lo que se puede construir, lograr y mostrar.

Pero a medida que envejecemos, sentimos la atracción hacia algo superior a nosotros mismos. Ya sea que lo llamemos presencia de Dios, espiritualidad, sabiduría o simplemente consciencia, bienvenidos a comprender que somos parte de algo vasto y eterno.

El universo está mucho más allá de mi imaginación.

Las personas que hemos perdido todavía están con nosotros en la forma en que el viento se mueve entre los árboles, en los ecos de la risa, en el amor que nunca nos abandona.

Envejecer no nos pide permiso ni nos permite deshacer lo hecho. No podemos volver atrás y revivir los momentos vividos con prisa, ni podemos borrar el dolor sufrido.

Pero podemos soltar el arrepentimiento y abrazar el presente. Podemos dejar de temer a lo desconocido y confiar en que cada cicatriz, cada arruga y cada año nos ha acercado a algo más profundo.

Todos tenemos cicatrices, sí. Pero también somos sabios. Y con el tiempo, si lo permitimos, el envejecimiento nos mostrará que la belleza de la vida nunca residió en la perfección. Siempre fueron la imperfección, las cicatrices, las historias y el amor que hemos dado y recibido a lo largo del camino.

Lea la historia completa en Diario de Memphis.

El reverendo Dr. G. Scott Morris, MD, es fundador de Church Health y colaborador habitual de The Daily Memphian.

El diario Memphian es la publicación diaria en línea de lectura obligada para el periodismo inteligente y profundo en la comunidad de Memphis. The Daily Memphian informa sobre noticias críticas, responsabiliza a los líderes políticos, empresariales y comunitarios, y se relaciona con sus lectores y los entretiene, todo mientras busca la verdad, actúa con integridad y nunca teme a las historias simplemente por sus atributos negativos o positivos. Dirigido por un equipo experimentado de periodistas veteranos, The Daily Memphian es de Memphis, no solo está en Memphis, y busca contar las historias de esta ciudad.